martes, 22 de febrero de 2011

Audiencia del 22 de febrero

TRES POLICIAS DESMEMORIADOS


Los ex policías de la Comisaría Nº 29 de Maipú: Gelves, Rodríguez Quiroga y Molina atestiguaron en la causa que investiga las desapariciones de Julio y Hugo Talquenca producidas en  la jurisdicción donde prestaban servicios. Ninguno ni siquiera recordó el hecho, a pesar de que dos de ellos eran los encargados del libro de novedades y el tercero era chofer al momento del operativo realizado por fuerzas conjuntas, el 14 de mayo de 1976.
En todos los casos las respuestas más frecuentes fueron: “no sé” y “no me acuerdo” hasta el punto de haber olvidado los acontecimientos que sacudieron a Maipú por aquellos años. El fiscal Dante Vega, además del caso Talquenca preguntó, a cada uno, por el secuestro de los sindicalistas Brizuela y García que aparecieron asesinados y por el fusilamiento de Antonio Molina y un NN en el paredón del frigorífico Vildoza, acecidos en el entorno de los testigos; invariablemente contestaron con la fórmula del “No me acuerdo”.
Oscar Domingo Gelves
  Suboficial de Policía revistó en la Comisaría 29 de Maipú desde  1975 a 1979, se desempeñó como escribiente del libro de novedades; el mismo le fue exhibido y debió reconocer su firma antes de que llegaran las preguntas de la querella y el Tribunal.
  Con estilo campechano y gesto de yo no fui, Gelves puso especial empeño en  negar todo para eludir cualquier situación comprometida pero exageró. A pesar de que aceptó que estaban bajo el mando operacional de las FFAA desde antes del golpe, dijo no haber visto efectivos del ejército, autos particulares ni gente de civil. No pudo explicar para qué sirve el “Santo y Seña”, registrado con su propia letra en el libro de novedades y otras sistuaciones por el estilo En el empeño por negar hasta los hechos de público conocimiento quedó enredado en sus propias contradicciones. Puesto en evidencia y obligado a  responder, solía suspirar un: “Ay Dios mío…-después-…: No me acuerdo” y aclaraba “No es que quiera ocultar algo”.
De entre sus palabras se escurrió la confirmación de que había un accionar encubierto, indebido que era mejor no conocer. Reiteradamente habló del temor a saber qué sucedía.
Ignacio Felipe Rodríguez Quiroga
Sargento jubilado de la Policía de Mendoza, trabajó como chofer de la comisaría 29º de Maipú entre 1973 al ’79. La noche del secuestro de los hermanos Talquenca quedó registrada la salida del móvil policial conducido por Rodríguez en horas próximas al operativo. Indagado sobre este hecho, por supuesto, dijo no recordarlo así como los otros episodios represivos acaecidos en Maipú. Sin embargo dio cuenta de los operativos conjuntos de identificación y requisa de autos que realizaba el ejército y la policía. La vestimenta propia, agregó, “no se distinguía mucho de la de los militares”: ropa verde oliva de combate, polera negra, birrete, bombacha y borceguíes.”
Rodríguez, de aspecto reservado, también admitió que era frecuente la presencia de personal sin uniforme que realizaba operativos en autos particulares. Cuando la querella le preguntó si condujo el móvil policial para realizar algún allanamiento de domicilio; contestó: ¡No!  También se refirió a la conveniencia de no preguntar por lo que sucedía.
Pedro Saúl Molina
Sargento retirado hace 30 años, aparece su firma en los registros de la Comisaría 29 en fecha próxima al secuestro de los hermanos Talquenca, sin embargo el testigo dijo que prestaba servicios en Coquimbito.
Aparentemente deteriorado físicamente, dio respuestas equivocas como si sufriera desubicación espacial por lo que el Tribunal optó por liberarlo. Su testimonio fue muy breve.
Nadie mejor que un policía para saber qué decir y qué no decir para evitar auto incriminarse; cada cual con su estilo, además, cumplió con el pacto de silencio que los une a la represión.

jueves, 17 de febrero de 2011

Audiencia del 17 de febrero

MONSEÑOR REY NO CREIBLE

Con tono convincente y enfático Mons. Rafael Rey dijo desconocer las detenciones ilegales y  torturas practicadas por las FFAA, precisamente, en la Compañía de Comunicaciones donde él oficiaba de capellán del Ejército. A pesar de contar con una función privilegiada dentro del Arzobispado de Mendoza negó tener trato  con los jefes del ejército imputados en  estas causas. Lamentó que la Conferencia Episcopal no se hubiera manifestado con mayor dureza con respecto al accionar de la Dictadura
  Rafael Eleuterio Rey (77 años), obispo emérito de Zárate-Campana, fue convocado para que testimonie en la Causa 001 que tiene como imputado a Luciano Benjamín Menéndez y en la 005 M que investiga la desaparición de los hermanos Talquenca.  En los años de la Dictadura, Rey se desempeñaba como Secretario en la Vicaría General del Arzobispado de Mendoza y era Capellán auxiliar de la Compañía de Comunicaciones de la 8va. Brigada de Montaña. Con un discurso ambiguo no aportó información alguna para estas causas  pero, a la vez, aseguró que la Iglesia debió ser más dura con el accionar de los militares
  Inteligente, sagaz y escurridizo comenzó relatando las gestiones realizadas  ante las máximas autoridades nacionales por la desaparición de 100 personas denunciadas por sus familiares ante el obispado.  Negó rotundamente que la Iglesia conociera las torturas y asesinatos que sucedían diariamente en su entorno y elogio la preocupación del cuestionado Obispo  Olimpo Maresma por los Desaparecidos.  Agregó que su función como Capellán era dar misa, catequesis y asistir  a los soldados. La situación se complicó para Mons. Rey cuando los abogados querellantes, Peñaloza,  Salinas y la Dra. Beigel, realizaron numerosas y agudas preguntas que dejaron al descubierto contradicciones y una cuadro de situación revelador. Así se supo que las capellanías forman parte del organigrama del Ejército y su función es asistir espiritualmente a sus miembros. Rey tenía el grado de capitán (dijo haberlo olvidado), se reportaba ante un  Mayor del Ejército, Jefe de la Compañía de Comunicaciones Nº 8 y recibía haberes por su función ejercida en plena “lucha antisubversiva” por lo que es imposible creer que desconocía la metodología de “eliminación del enemigo” enarbolada por las FFAA, más aún  cuando su función era de sostén espiritual de los soldados. Curiosamente,  no recordó el nombre de ninguno de sus Jefes en Comunicaciones y,  negó cercanía alguna con otros integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad; en siete años de Dictadura, según sus palabras, solo compartió con ellas actos públicos: una misa, una oración por la Patria y eventos de esas características
 En relación al tipo de vínculo que tenía con los imputados en estas causas, dijo conocer de vista a Tamer Yapur, entonces 2do. Jefe del Ejército, por haber compartido algún “acto patrio o una misa”. Tampoco admitió conocer al Tte. Dardo Migno quien revistaba en su Compañía de Comunicaciones como figura reconocida en el equipo de torturadores. Cerró su declaración agradeciendo a Dios haber olvidado muchas cosas.
  Rafael Rey perteneció al grupo de los 27 que, en los ’60, se reveló contra el obispo Buteler pidiendo se apliquen las reformas del Concilio Vaticano II, de este núcleo surgió la corriente de sacerdotes de 3er. Mundo que conmovió a Mendoza.  Con estos antecedentes, en época de la Dictadura, los Familiares recurrían a Rey quien los escuchaba y atendía cordialmente.  Hoy es posible suponer que fue la cara buena y resultó absolutamente funcional al plan de exterminio. Lo cierto es que tanta desmemoria dispara  sospechas sobre Monseñor Rey

miércoles, 16 de febrero de 2011

Audiencia del 16 de febrero

RESABIOS DEL TERROR
(Causa: Hermanos Talquenca-II)
Declararon dos vecinos de la familia Talquenca y un compañero de Colegio de Hugo Alfredo pero no aportaron datos significativos sobre la requisa y desaparición de Julio y Hugo Talquenca;  sin  embargo el testimonio del vecino Domínguez derivó en el relato de su propio secuestro y tortura nunca revelado ante la autoridad competente.
Según las circunstancias que los vinculaban a la causa, fueron convocados los testigos:
Salvador Meca quien vivía justo enfrente de la casa de los Talquenca, aparentemente fue el único vecino que salió de su vivienda para ver qué sucedía la madrugada del 14 de mayo del ’76; entonces fue reconvenido por un hombre vestido de civil que le ordenó que entrara a su casa porque “se trataba de un operativo de la policía”, dijo.  Confirmó que hubo un despliegue  importante de no menos de 10 personas pero no aportó mayores detalles. Con anterioridad, Meca eludió prestar testimonio a pesar de que, se supone, sería quien tuvo una visualización privilegiada de los acontecimientos.
Jorge Alberto Arce fue escueto y tomo distancia. Compañero de Hugo Alfredo Talquenca en la ENET Nº 5 “Ciudad de Mendoza” desde 1973 hasta el ’76,  tuvo palabras de elogio para  con el desaparecido pero subrayó que sólo los vinculaba el cursado de la carrera de Maestro Mayor de Obras. Preguntado si sabía si Hugo tenía inquietudes sociales o políticas respondió que no se había expresado ante él, en ese sentido. Más de una vez insistió: “no teníamos amigos en común”.
Miguel Domínguez visiblemente nervioso comenzó su testimonio diciendo que conoció el secuestro de Julio y Hugo por comentarios. Reconoció que con ambos jugaba al futbol y compartía las actividades del vecindario.  Cuando el presidente del Tribunal, Dr. González Macías le preguntó si alguna vez había estado detenido se animó a revelar, por primera vez, un  grave suceso. Domínguez había sido secuestrado en noviembre de 1977, trasladado a la Comisaría 10 y de allí a un Centro Clandestino de Detención, posiblemente en las afueras de Mendoza, donde permaneció entre 20 y 30 días Fue sometido a duros tormentos mientras lo interrogaban por los amigos de los Talquenca y los hermanos Bustamante, éstos últimos vecinos de la zona y dos de ellos actualmente desaparecidos. 
Domínguez dijo no haber visto a nadie en el CCD porque estuvo, permanentemente, con una venda en los ojos o encapuchado. El testigo fue ofreciendo con cuenta gotas los detalles de su  detención, cautiverio y posterior liberación. “Yo no quería hablar de esto”, repitió más de una vez y evidenció el temor que le provoca tocar el tema
Los testigos hicieron escuetos relatos sobre los hechos que se investigan, dieron respuestas breves sobre las personas desaparecidas que les fueron cercanas en el pasado.  Más que explayarse sobre los Talquenca evidenciaban prisa por salir rápido de la situación. En el público presente quedó la sensación de que sabían más de lo que dijeron. Tal vez, en lo no dicho prevalecieron los resabios del terror.

martes, 15 de febrero de 2011

Audiencia del 15 de febrero

LA HORA DE LOS HERMANOS TALQUENCA


Se inició el debate de la causa por la Desaparición Forzada de los hermanos Julio y Hugo Talquenca.  Se escucharon los testimonios del padre, la hermana, un amigo de Julio y una vecina que presenció el secuestro.
  Con la lectura del Auto de Elevación a Juicio de la Causa 005 – M, en la fecha se inició el debate por las desapariciones de Julio Félix (23 años) y Hugo Alfredo Talquenca (21 años), secuestrados en su domicilio de Maipú el 14 de mayo de 1976.  El único imputado en esta causa es Tamer Yapur, en tanto autor mediato, por  privación ilegítima de la libertad, homicidio agravado y  asociación ilícita, entre otros delitos.
  El primer testigo fue don Hugo Talquenca, de 82 años, padre de los jóvenes. Su declaración fue tomada en el viejo domicilio familiar y ofrecida por el Tribunal mediante el audio de una grabación que permitió desandar 35 años para recrear las escenas de aquel “fatal día”.
Talquenca hizo la revisión de las  gestiones realizadas para recuperar a sus hijos: tres o cuatro  Habeas Corpus; reiteradas entrevistas en el Comando de la 8va. Brigada; fue recibido por Monseñor Rey y hasta pagó para obtener información que nunca llegó; también fue partícipe activo en los organismos de DDHH.  En primer lugar se acercó a Familiares de Detenidos y Desparecidos por Razones Políticas y también caminó junto a Madres de Plaza de Mayo durante largos años.  En este marco, en 1978,  fue detenido y maltratado por personal del Ejército cuando la fuerza allanó un  pequeño local en el que se reunían los Familiares con la intención de intimidar a quienes buscaban a sus desaparecidos.
  En su declaración, el padre afirmó que su hijo Hugo Alfredo “era político” pero que Julio no participaba de esas actividades. Además confirmó que Hugo(h) era amigo de Luis Bustamante, Héctor Granic y Virginia Suarez, secuestrados simultáneamente, todos desaparecidos. En este marco, la querella apuntó se considere  que en mayo de 1976, se instrumentó un plan específico para  desbaratar a la Juventud Guevarista local mediante la seguidilla de  detenciones y/o asesinatos de miembros de esa agrupación registrados en fechas próximas
Los allegados ampliaron la información
  Por la tarde testimoniaron Luis Eduardo Figueroa, Nélida Pínfari y Patricia Talquenca. Todos ellos hicieron una reconstrucción de lo que vivieron la madrugada del 14 de mayo de 1976 con motivo del violento mega operativo vivido en Gutiérrez. Los tres coincidieron en que fue personal del ejército, por la ropa y los vehículos en que se manejaban. Por otro lado, señalaron que las declaraciones realizadas por ellos, en 1986, ante el juez Troncoso, en la sede del Comando de la 8va. Brigada se hicieron en un clima intimidador.
Luis Figueroa, era por aquel entonces vecino y amigo personal de Julio, el mayor de los hermanos. Según sus relatos mantenía una amistad muy cercana con este muchacho que al igual que su padre tenía cómo oficio la albañilería y, según sostuvo, no mantenía ningún tipo de actividad política. A Hugo(h), expresó, lo conocía menos. No obstante podía asegurar que  era “trabajador y humilde”. El secuestro lo dejó perplejo y con mucho temor como a todos los que los conocían.
Nélida Pínfari, vivía enfrente de la casa de los Talquenca, aquella madrugada del secuestro observó todo desde una ventana de su casa. No se atrevió a salir por temor a que le sucediera algo a ella o a su familia. Comprobó el despliegue de vehículos, reflectores y tropa en un operativo de ribetes espectaculares. “Tenía miedo por mis hijas, tenía miedo que estos hombre se vengaran por haber sido testigo” dijo.
Patricia Talquenca tenía 13 años cuando se llevaron a sus hermanos. Recordó que la despertaron los gritos desesperados de su madre pidiendo por sus hijos.  De sus hermanos, contó que trabajaban junto a su padre como albañiles, su hermano Julio estaba a punto de casarse y que Hugo estaba en el último año de secundaria. De este último también confirmó que “tenía ideas socialistas”, “pretendía la igualdad entre todos” y que mantenía actividades políticas. “En mi casa la vida nunca fue igual hasta el día de hoy” dijo sin consuelo la mujer.

martes, 8 de febrero de 2011

Audiencia del 8 de febrero

DECLARARON LA VIUDA DE BRIZUELA Y  EX POLICIA DEL D2


Georgina Vuletich relató las circunstancias que rodearon el asesinato de su esposo, Héctor Brizuela: operario de la Bodega Giol, miembro del Sindicato de Obreros y Empleados Vitivinícolas (SOEVA) y adherente al Partido Comunista. También testimonió el policía jubilado Alfredo Gómez, asignado al D2,  quién se abocaba a fichar actividades y militantes políticos.
El 19 de octubre de 1976 aparecieron en la morgue del Hospital Perrupato de San Martín los cadáveres de Héctor Nicolás Brizuela y Antonio García, después de ser acribillados a balazos y abandonados en la vía pública. Ambos habían trabajado en la bodega Giol, eran activistas sindicales y formaban parte del Partido Comunista.
En virtud de esta causa por homicidio, declaró Georgina Ramona Vuletich viuda de Brizuela quien dio cuenta de los hechos acaecidos la madrugada del 18 de octubre de 1976 cuando cuatro hombres, que dijeron ser de la Policía Federal secuestraron a Brizuela en su presencia. En su testimonio, cargado de amor y dolor por la pérdida de su compañero, también describió su vano peregrinar por las dependencias policiales donde tuvo cerca de 15 entrevistas con el entonces jefe de la Policía, Julio Cesar Santuccione. Él mismo le aseguró que quien estaba a cargo de la detención de su marido, “era la cabeza de un clavo grande” y nada podía hacer.
A lo largo de estos 34 años, contó la mujer, no sólo se encontró desamparada y fue burlada también tuvo que vivir bajo amenaza de muerte por, según expresaban los anónimos, miembros de la policía que le atribuyen el fusilamiento de Brizuela al  Ejército. No obstante, el  identikit que elaboró en los días posteriores al secuestro y el reconocimiento fotográfico solicitado durante su declaración, señala que el jefe del operativo sería el agente de la Policía Federal Rodolfo “Willy” Cardello, quien fuera detenido un par de años atrás y actualmente liberado.  El dato fue refrendado por la querella.
Georgina Vuletich destacó que su esposo había sido cesanteado de Giol por destapar negociados. Calificó a Brizuela  como “sencillo, trabajador, honesto y pobre” y recordó que el día de su entierro fue despedido por una sentida multitud de obreros que entendían a quien habían perdido. 

El ex policía Gómez  supo de Brizuela
Alfredo Edgar Gómez tuvo vecindad en Maipú con el asesinado Brizuela y dijo conocerlo. Como  agente de Informaciones del D2 entre 1975 y 1983  estaba abocado a realizar el seguimiento, tanto en los medios de comunicación como infiltrándose en lugares claves, de políticos y gremialistas. Según sus declaraciones, él se encargaba de registrar toda la información disponible sobre estas personas aunque aclaró que no llevaba el fichaje del Partido Comunista. Dijo haber conocido a Héctor Brizuela y agregó  que su homicidio fue reprobado hasta por el D2.  Para ex policía se trató de un error o un exceso porque el obrero comunista, según sus expresiones,  no se  merecía lo que le ocurrió (fallido que permite preguntarse, de acuerdo al criterio policial quién merecía la muerte)
Por otro lado, identificó como pertenecientes al D2 a dos de los imputados en estas causas: Lucero, alias “el Mono" y a Eduardo Smaha alias “el ruso”. También nombró al fallecido Manuel Bustos; a Enrique Funes, alias "Itaka", Félix Andrada alias “el Gato"; Mario Gómez y Rondini con sus respectivos apodos.

lunes, 7 de febrero de 2011

Audiencia del 7 de febrero

ESCUELA FRANCESA DE REPRESION MARCO RUMBO EN LA ARGENTINA


Marie-Monique Robin, historiadora y periodista ofreció información sobre la Escuela Francesa, su influencia  y la llegada a nuestro país, la manera de concebir la guerra y operar sobre el supuesto “enemigo interno”, así como la participación de los integristas católicos en el sostén de los represores.
En una magistral exposición ante el Tribunal mendocino, apoyada por documentales con entrevista a generales de la Dictadura, la investigadora francesa expuso los pormenores del desembarco de la nueva teoría sobre la “Guerra Moderna “ ideada en su país para combatir la lucha del pueblo argelino por su independencia. La concepción de esta corriente, obsesionada por combatir al comunismo fue adoptada a principio de la década de los ’60 con la instalación de una misión especial encargada de la formación de los oficiales del Ejército argentino en el seno mismo de la Escuela Superior de Guerra. El temprano desembarco de esta misión fue explicada por los fuertes nexos de los integristas católicos próximos a ambos ejércitos que facilitaron los lazos entre las escuelas de París y Buenos Aires. Éstos religiosos, jugaron el rol de soporte espiritual de los militares al justificar los métodos de la tortura y el asesinato con argumentos similares a los de la Inquisición; entre los sacerdotes se encontraba el confesor del Gral. Onganía, padre “Grasset” de la francesa “Ciudad Católica” quien daba cursos a los oficiales del ejército argumentando la pertinencia de los tormentos.
La misión militar extranjera permaneció en el país desde 1960 hasta los ’80, contaba con una oficina propia en el  piso 12 del Edificio Libertador.
El modelo francés ejecutado e ideado para Argelia, retomado por la Escuela de las Américas y auspiciado por el Ejército norteamericano como esquema de contrainsurgencia,  hacía eje en la constitución de un buen aparato de inteligencia nutrido por la información obtenida mediante la infiltración y la tortura e incluía la desaparición de las personas apresadas. También se practicó la reclusión de los detenidos en Centro Clandestinos de Detención y se cuadriculó el territorio para organizar minuciosamente las operaciones. Para completar el cuadro de coincidencias, también los franceses otorgaron a su Ejército el poder de policía transformando a los oficiales en interrogadores y torturadores de la población civil. Los ex militares  argentinos entrevistados para el documental  coincidieron en señalar que la represión “fue una copia de la Batalla de Argel”.

En nuestro país, con la adopción de esa Doctrina, las FFAA “actuaron como fuerza de ocupación contra un enemigo interno con el que convivían”, según las propias palabras del  Gral. Balza (ex Comandante en Jefe del Ejército en los’90), el que calificó de “nefasta y perversa” la práctica del esquema francés. La obsesión por derrotar al comunismo colocó en situación de sospechoso a cualquier habitante, con las consecuencias conocidas que se hacen patentes en las causas por crímenes de Lesa Humanidad hoy tratadas en todo el país.

jueves, 3 de febrero de 2011

Audiencia del 3 de febrero

 RABANAL mostró las encrucijadas de la Militancia


Declaró como testigo general el dibujante Daniel Hugo Rabanal, militante montonero al momento de ser secuestrado el mediodía del 6 de febrero de 1.976 en pleno centro mendocino. Estuvo secuestrado en un lugar indeterminado en las afueras de la ciudad y  luego pasó al D2. Torturado con saña y vejado de mil maneras, llegó a la cárcel de Mendoza con costillas rotas, la mano izquierda paralizada, un pie con principio de gangrena, lesiones graves en ano y 18 kilos menos. El ex preso político resaltó la dedicación y los cuidados con que lo asistieron sus compañeros de cautiverio.
Después de dos años y medio en Mendoza pasó a la U9 de La Plata y luego fue trasladado muchas veces, circuló por varias cárceles de máxima seguridad del país. Fue liberado entrada la democracia: el 26 de julio de 1984.
Rabanal, detenido antes del golpe, llegó a ser procesado por la Justicias Federal. Veinte días después de su arresto, hecho un despojo humano fue presentado ante el Juez Rolando Carrizo, quien se limitó a identificarlo sin atender al estado de deterioro en el que encontraba, allí se le informó que su defensor era Petra Recabarren aunque éste nunca ejerció como tal. De esta intervención Judicial seguida por el Juez Guzzo surgió la  condena a cadena Perpetua por la muerte del agente Cuello,  convalidada por otro proceso dos años después. Sucedió que en Mendoza a principio de 1976, en un confuso episodio fue tiroteado en la puerta de su Comisaría el agente de la Policía provincial Alberto Cuello; las fuerzas de seguridad atribuyeron el hecho a Montoneros A partir de ese momento cada detenido que pertenecía a la tendencia revolucionaria del peronismo era acusado de la muerte del agente; cuanto más en el caso de Rabanal porque la represión tenía evidencias que ostentaba un lugar significativo en esa organización. Finalmente, tras la revisión de la causa  fue absuelto por la muerte del agente Cuello pero se lo sentenció a 16 años por otros cargos.
La actuación de la represión está llena de interrogantes: Rabanal junto a Guillermo Martínez y Guido Actis eran, sin duda, cuadros políticos. El 2 de noviembre de 1976, según el testigo,  los tres fueron trasladados de la cárcel a un lugar desconocido, a la vez  anunciaron a sus familiares que ya no se encontraban detenidos en ninguna dependencia.  Técnicamente desaparecidos, estuvieron en capilla esperando su fin.  Sin embargo en fecha próxima a la Navidad fueron reintegrados con el resto de los presos a la Penitenciaria.
Daniel “Pancho” Rabanal dijo haber estado permanentemente vendado por lo que no pudo reconocer a ninguno de sus torturadores; solo mencionó a Bianchi del Servicio Penitenciario que lo obligó a subir al pabellón arrastrándose mientras le aplastaba la espalda, y a otros guardia cárceles.  También, aunque no lo pudo identificar, mencionó como interrogador siempre presente a “el porteño”, quien,  según su relato, intentó ponerlo en una encrucijada:
“Hola pancho ¿te acordás de mí? Si te das vuelta te mato”, el tono del porteño resurgió en septiembre de 1.976 durante un interrogatorio en la peluquería de la cárcel. Allí le exhibió un álbum de fotos propias, de su compañera Marie Anne Erize, de compañeros y del cuerpo  deformado de Paco Urondo en la morgue –“el boludo que vino a reemplazarte”- le dijo. El porteño anunció que Marie Anne estaba en San Juan, le proponía salvarla a cambio de entregar compañeros: “ayudanos a terminar con lo poco que queda de ustedes” le pidió. Rabanal respondió que no tenía datos para proporcionarles. Es de suponer que sabía se trataba de una argucia que no le garantizaba la vida a los compañeros.
Lamentablemente al mes siguiente, Marie Anne fue secuestrada, precisamente en San Juan.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Audiencia 2 de febrero

Detalles reveladores en la palabra de MORAN

Rafael Morán era Jefe de la Sección Policiales del Diario Los Andes a la hora de su detención el 24 de marzo de 1976. Su labor le permitió  informarse de qué modo y quiénes actuaron en plena etapa represiva. Lo rico de su testimonio fue el relato de varias anécdotas que pintan de cuerpo entero la arbitrariedad y corrupción puesta en marcha en aquella etapa. El abogado Herrero fue expulsado por el Tribunal.
El periodista apresado el día del golpe salió el 5 de agosto del mismo año. En esos cuatro meses pasó por el Liceo y los barracones de la Compañía de Comunicaciones; compartió cautiverio con las personalidades alojados en esos centros. Obra de la arbitrariedad estuvo simultáneamente en libertad y detenido a Disposición del Poder Ejecutivo Nacional, desde agosto hasta el 22 de diciembre del ’76, fecha del cese del decreto del PEN. “Estuve detenido sin estar” –dijo. En una pose, con arresto  justiciero, Tamer Yapur tomó la decisión de liberarlo mientras que en la letra del Decreto  estaba preso. Debido a esta irregularidad Los Andes se excusó de reincorporarlo.
En las dependencias mencionadas, Morán fue sometido a tres interrogatorios en los que le preguntaban, casi exclusivamente por Antonio Di Benedetto, subdirector  del Diario Los Andes. “Eran preguntas tontas, de gente con gran desconocimiento” dijo. Presumían que por sus escritos Di Benedetto era ideólogo del ERP cuando en realidad era un cultor del preciosismo en el lenguaje y sus obras carecían de intencionalidad política o compromiso social, aseguró. Sin embargo estaban ensañados con Di Benedetto. Por otro lado recordó que al tomar el Ejército el mando operacional de todas las fuerzas, el personal del diario fue advertido que clausurarían el periódico y detendrían a los periodistas si publicaban temas referidos a la represión; pero de a poco fueron negándose a la censura e incluyendo pequeñas denuncias con la anuencia de Di Benedetto.
Contó varias anécdotas pintorescas, así evocó la reacción de un militar que ante el reclamo de los golpes que sufrían algunos detenidos respondió altivo: “El ejército mata o detiene pero no tortura”, lo curioso fue que años después lo encontró organizando el recital de Sting por los Derechos Humanos en condición de funcionario del gobierno de Bordón, se trata del Capitán Rubén González Viescas. Hizo referencia, también, a personajes reciclados que circulan por las calles de Mendoza: Enrique Gómez Saá, perteneciente al cuerpo de represores en el área de Inteligencia, vive en pleno centro y hoy es miembro de una empresa de seguridad privada. Asimismo resaltó los episodios de latrocinio y corrupción que pudo constatar.
En su entender, había “condenas secretas” decididas por la Comunidad Informativa, un cuerpo integrado por miembros de todas las dependencias militares y policiales con asiento en Mendoza que decidían en forma conjunta  las operaciones a realizar, personas a detener y/o desaparecer. Él cayó en desgracia, dijo, por “ser funcional a la subversión” según los criterios de la Comunidad.


Al inicio de esta Audiencia, el Tribunal expulsó a Alejandro Herrero, abogado del ex Comisario Luis Rodríguez, por inconducta ya que en la audiencia pasada se retiró dejando sin defensa a su cliente imputado en estas Causas.

Audiencia del 1ero. de febrero

GARCETTI  y  VÁZQUEZ con trazos del sindicalismo de los ‘70

Marcos Garcetti fue parte del engranaje nacional que colocó a los maestros y profesores en pie de lucha al reconocerse como trabajadores de la educación.  Luis Vázquez  estaba  comprometido en la tarea de  reemplazar a la burocracia de su sector laboral por nuevas formas de democracia. Ambos pertenecían a corrientes transformadores en el campo sindical;  fueron presos, conocieron los rigores de la represión y el circuito penitenciario de la Dictadura
  En el marco de la causa Morgante, por privación ilegítima de la libertad, brindó testimonio el ex Secretario General de SUTE (Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación) de Mendoza, Arturo Marcos Garcetti quien fuera detenido el día del golpe: el 24 de marzo y liberado el 4 de julio de 1977.  Durante ese lapso hizo un periplo con varias estaciones desde la Policía Federal hasta su regreso a la penitenciaría de Mendoza.   Fue pasajero del tortuoso vuelo en el Hércules que llevó a los mendocinos al penal de La Plata –Pvcia de Buenos Aires- y supo de las golpizas en ese penal. 
  Hizo varios reconocimientos.  De su paso por el Liceo Militar identificó al militar González Viescas como el encargado del barracón donde se asilaban junto a Garcetti otros 70 detenidos. En su permanencia en la Compañía de Comunicaciones de la 8va. Brigada fue testigo de los interrogatorios a los presos realizados mediante golpes y torturas. Reconoció  al suboficial Peralta, al civil de los servicios Pagela y a uno de los  imputados en este Juicio: el ex - Teniente Dardo Migno, quien luego de desmantelar la cuadra y hacerlos pasar una noche invernal con golpes y desnudos, tras una requisa por la falta de un cuchillo, le oyó decir: “acá no va a pasar como en Trelew, acá no va a quedar ninguno”.
En el Liceo Militar fue sometido al único interrogatorio de todo su cautiverio, recordó que  quien preguntaba conocía profundamente el ámbito educativo. Lo cierto es que Marcos Garcetti, desde Mendoza y a nivel nacional, por aquellos años tuvo un papel importante dentro del sindicalismo docente combativo y autónomo, baluarte en la defensa de los derechos de los y las docentes y promotor de la educación popular.
Luis Vázquez co-fundador del SOEP
   En la misma jornada, en el marco de la misma Causa,  testimonió  Luis María Vázquez Ahualli, empleado en la DGE, detenido el 1ero de diciembre de 1975, cuando “era presidenta María Estela Martínez de Perón; interventor federal de la provincia el general Lucero y secretario general de la CGT, Carlos Mendoza" recordó. También dio a entender que  haberse enfrentado a los sectores sindicales de derecha que prevalecían en la conducción de la CGT fue determinante para su captura y encarcelamiento.  En el intento de generar un sindicalismo que respetase  la voz  de las bases Luis Vázquez integró el grupo fundador del Sindicato de Obreros y Empleados Provinciales (SOEP), una organización sindical de corta vida y fuerte presencia, que desconoció la conducción burocrática de ese sector laboral y promovió una legítima democracia sindical.
  Detalló su paso por los tormentos,  penurias y traslados a los que fueron sometidos la mayoría de las presas y presos políticos y  remarcó que estos procedimientos, aplicados masivamente, apuntaban a la destrucción moral e ideológica de las personas socialmente comprometidas.
  Vázquez estuvo cinco años circulando por varios centros de detención del país sin asistencia de ninguna instancia del poder judicial;  fue liberado en 1980.