sábado, 3 de noviembre de 2012

075-M: Desapariciones de Miguel Poinsteau, Blanca Santamaría, Oscar Ramos y Oscar Iturgay

Obstinada verdad
02-11-2012 | Desde posiciones muy diversas respecto al terrorismo de Estado los hermanos Santamaría relataron el día después de la desaparición de Blanca Graciela: mientras María Florencia permanecía siete años detenida, Luis Beltrán hacía carrera como abogado sin pulsar resortes en la Justicia Federal por la vida de su hermana. Rosa Gómez y Víctor Cuello dieron cuenta de los días finales de Miguel Alfredo Poinsteau, secuestrado, torturado y desaparecido en el D2.

Por las celdas del D2
“Estuve nueve meses en el D2, escuché muchas cosas, vi a muchos compañeros pasar. Conocí el manejo de los espacios, las celdas. Conocí a los policías por sus olores, por el manejo de las llaves, cuando venían con una sola sabía que venían por mí”. Tal la experiencia que vivió Rosa del Carmen Gómez, testigo presencial del paso de Miguel Alfredo Poinsteau Newman, detenido y quizás asesinado en el centro clandestino situado en el Palacio policial.

Rosa Gómez estuvo secuestrada desde el primero de junio de 1976 hasta principios de febrero de 1977. En el vehículo que la trasladaron iban Manuel Bustos -“Mechón Blanco”- y Julio Lapaz, dos de sus torturadores en el D2. “No entendía qué pasaba, me hacían interrogatorios de los que ni remota idea tenía, estaba en un sótano que era todo un lamento, gente tirada en el piso. Tras la primera tortura vino la primera violación. Junio y julio fueron los meses más terribles, a (Rosario Aníbal) Torres y a mi compañero Ricardo Sánchez Coronel los mataban por defenderme después de lo que me hacían. La resistencia no tenía sentido, lo mismo me ataban de pies y manos. Me violaron en las celdas, en los baños, en la sala de torturas, mi alma ya no estaba en mí, era un cuerpo, era imposible”.

“Para noviembre del 76 no había presos en el D2, la única que estaba era yo”, explicó Rosa. Primero pasó “una chica rubia que era profesora o maestra y a la cual se la llevó un hombre rubio”. El posterior reconocimiento fotográfico permitió dilucidar que se trataba de Elsa Guadalupe Sedrán de Carullo. Luego cayó el grupo de Víctor Cuello, Miguel Poinsteau, Laura Marchevsky y Rubén Rizzi.

Miguel Poinsteau fue secuestrado el 4 de noviembre de 1976, ingresaron en su casa y después de varios destrozos se lo llevaron al Departamento de Investigaciones. El fiscal Dante Vega hizo constar por registros previos que Poinsteau y Cuello ya habían sido detenidos en otra oportunidad en el D2, el 10 de junio de 1975. Gómez -que reconoció a Poinsteau en su anterior testimonio- asegura que para los primeros días de noviembre del 76 estuvo en contacto con él y Cuello, en el área de celdas del D2. Más de treinta años después, conoció el nombre -a través de un encuentro con Facundo, hijo de Cuello, en motivo del Juicio por delitos de lesa humanidad en San Rafael en 2010- de quien desesperado, según ella, se ahorcó en el interior de su celda.

La testigo narró que llegaron a la madrugada y en el transcurso de medio día, Poinsteau fue torturado tres veces: “Estaba con mucho terror de que viniera una cuarta sesión de tortura, tenía mucho miedo, no había forma de sacárselo. Para tranquilizarlo le dije que si comía y tomaba agua todo iba a estar bien. Cuchicheaban con Cuello. En un momento escuché dos o tres golpes secos en la parte media de una de las puertas de las celdas y agua que caía al suelo”. Rosa entendió que Miguel se había ahorcado, entonces empezó a patalear y a gritar “¡el seis, el seis! Llegaron los guardias y “Caballo Loco” abrió la celda número seis. Luego escuchó al mismo guardia decir “¿qué hiciste hijo de puta?”. Corridas, órdenes, cierres relámpago de mirillas. Nunca pudo saber con certeza qué sucedió. Rosa asegura que Miguel se suicidó ese día: “Los milicos se movieron rápido, algo grave había ocurrido”.

Víctor Vicente Cuello supone que a Miguel Poinsteau se lo llevaron del D2 con vida. Estaban alojados en celdas contiguas cuando escuchó que lo sacaban los guardias. La secuencia comenzó cuando Víctor se percató de que su amigo no estaba bien y pidió “ayuda”, “de pronto no lo escuché más, entendí que estaba con un ataque de asma” describió. Días después le certificaron “del lugar en donde está es difícil que vuelva”.

Víctor fue detenido en su domicilio el 4 de noviembre de 1976 por tres policías entre los que distinguió al “Ruso”, Eduardo Smaha. En el D2, lo interrogaron, lo torturaron, le hicieron señalar bajo amenaza de muerte fotografías de compañeros. En todas esas sesiones estuvo presente “El porteño”, que según sus percepciones era el propio Pedro Sánchez Camargo, jefe del D2.

Su estadía en ese centro clandestino de detención se extendió por un mes, además de Miguel Poinsteau, estaban alojados por esos días, Rosa Gómez, Laura Marchevsky, Rubén Rizzi, y aunque no la vio, supo que por esos días también estuvo Elsa Guadalupe Sedrán de Carullo. Excepto Gómez, todos los demás estaban dentro de la órbita de Montoneros.

Detalló diferentes pasajes vividos en esos años para retratar el despliegue del aparato represivo y el trabajo de inteligencia que se extendía por fuera de las fuerzas de seguridad. “Tenían datos muy precisos de todos, conocían cada célula y a cada uno de sus integrantes” afirmó.

Víctor recorrió el tortuoso circuito que sufrió gran parte de los presos políticos de Mendoza: D2, Penitenciaría, La Plata, Mendoza -Consejo de guerra-, La Plata. Salió a fines del 77. Una suerte con la que no corrió Miguel, que a pocas horas de encontrarse en el D2 le dijo: “de esta no salgo”.


El poder absoluto
Al igual que su madre -Blanca Lidia Calderón- y el vecino Héctor Toledo, María Florencia Santamaría afirmó conocer entre los imputados a Juan Agustín Oyarzábal porque el policía vivía frente a la casa de sus padres, de donde fue secuestrada su hermana Blanca Graciela el 15 de mayo de 1976, sin que se conozcan precisiones sobre dónde se la llevaron ni qué hicieron con ella. Florencia se enteró mucho después de la desaparición de Blanca, ella misma estaba detenida e incomunicada en la Penitenciaría Provincial desde abril del año anterior. Recién lo supo una vez trasladada a Devoto, ante la primera visita de Blanca Lidia, “mi mamá me cuenta que la habían desaparecido, que la habían sacado de casa”.

Ya en libertad, “mi familia no sabía mucho más, mi padre hizo averiguaciones, nunca más hubo noticias, sólo el rumor de una vecina cuyo marido militar había visto en alguna noche a Blanca en el Comando, en camisón y descalza”. Respecto a Osvaldo Zuin, que logró escapar de la casa de los Santamaría la noche del secuestro, Florencia señaló: “figura como uno de los que después pasó por Campo Las Lajas”.

Florencia es un año mayor que su hermana. Es médica. Ambas estudiaban, militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores -PRT-, participaban en la actividad universitaria. Fue detenida en un operativo en Las Heras por el cual no logró ver ni a sus captores ni el despliegue, sólo algunos uniformes verdes. Fue llevada a la comisaría 16. Estuvo presa en distintos penales hasta julio de 1982, cuando quedó definitivamente en libertad.

De los compañeros y compañeras de militancia, afirmó recordar al matrimonio de Víctor Sabattini y Lucía Allegrini, Silvia Campos, Graciela Leda, Eugenio París, Daniel Moyano, los hermanos Bustamante. “¿Reuniones políticas en casa? difícil, mi papá era de derecha, él era del Partido Demócrata, nosotros vivíamos su militancia política, uno aprende también de esas cosas”, agregó.

Florencia Santamaría fue consultada para que dé su hipótesis respecto a la relación de los diferentes destinos con su hermana, dijo: “Tiene que ver con el momento del desarrollo represivo en Argentina. Yo fui detenida en abril de 1975, había algunas normas de legalidad, mínimas, pero había. Hacia diciembre de ese año se hace cargo el Ejército y ya no había marco de legalidad. Tenían poder absoluto, eran una banda de delincuentes que mataban, secuestraban, torturaban sin rendir cuentas a nadie, con la anuencia de los Tribunales Federales, como en el caso de mi hermana, por la que presentamos un habeas corpus con firma de mi hermano, y el (entonces) juez Luis Miret lo rechazó. Alguien tenía que tener a mi hermana”.

Para conocer en detalle cuáles fueron las averiguaciones que pudieron hacer los familiares directos de Blanca Graciela, fue citado a declarar Luis Beltrán Santamaría, su hermano mayor.

En el momento del secuestro ya se desempeñaba como abogado. Fue él quien redactó el habeas corpus que rechazó Luis Miret como miembro de la Cámara Federal, alegando que las fuerzas de seguridad no estaban vinculadas al hecho. Este no fue el único intento frustrado de la familia por averiguar el paradero; sin embargo el testigo reveló un llamativo desapego a la búsqueda.

Si bien perteneció a círculos en donde, se supone, circulaba información sobre los desaparecidos, Luis Santamaría se apartó del tema. Hizo su secundaria en el Liceo General Espejo. Desde 1972 pertenece al Partido Demócrata -brazo político administrativo de la dictadura militar, aún en democracia-, mantuvo contacto cercano con letrados identificados como cómplices de la dictadura, no obstante su desconocimiento se mantiene intacto hace 35 años. “No tuve esa preocupación” respondió reiteradas veces.
Consultado por su vínculo con los camaristas Miret y Romano -ambos destituidos por complicidad en delitos de lesa humanidad- dijo que con ellos tuvo relaciones profesionales pero con el ex juez prófugo de la justicia lo une una relación más personal.

Como cierre de su testimonio eligió remarcar que como conjuez le hizo lugar a la medida cautelar que presentó Miret luego de que fuera expulsado de la Universidad Nacional de Cuyo, por cómplice de la represión, por razones que le competen como funcionario judicial.

Una más y van…
Ni el imputado Fernando Morellato -que pidió permiso para ausentarse- ni sus defensores presenciaron puntualmente el debate vinculado a los hechos que al ex policía se le atribuyen. El fiscal Vega pidió se asegure tanto la presencia de los abogados defensores del acusado como la del mismo imputado. A su vez, las querellas reforzaron el pedido respecto a que los imputados estén presentes en la sala, maximizar los controles médicos y sumar al cuerpo de médicos un profesional que represente a los organismos de Derechos Humanos.

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